Escena 1 (casi platónica y completamente incompleta)
—Mi querido Bufón (Glaucón o Cabrón, no importa), represéntate la NaturaleSa Umana en la siguiente coyuntura, con relación a la Heducación y a la falta de Hella. Imagínate un país en el mundo...
—¿Colocado en el mismo trayecto del sol?
—Seguramente.
—¿Oriundo de la noche?
—Eso es.
—¿Colocado en un inverosímil archipiélago de azúcar y de alcohol?
—Sí.
—Lo buscaré en el mapa…
—En tal país vive un monstruo con rostro de lechuza, orejas de elefante, cuello de caballo, plumas de garza, cola de serpiente, pico de cotorra, alas de murciélago y patas de gallina.
—Sí. Desde el siglo XVI.
Escena 2 (fragmentaria y con demasiadas divagaciones)
—¡Exacto! No podemos hablar de otra cosa.
—Pero conste que también vivimos de pan.
—¡Y de circo!
—Puede ser. Pero... bromas aparte, lo que soy yo, de entrada sólo se me ocurre decir que, luego de tantos siglos de desaciertos, luego de tantos eternos retornos, habría que aprender a ver el mundo de otra manera.
—Y yo, por cierto, siempre he querido comprarme gafas sicodélicas.
—Y haces bien, porque sucede que las apariencias también son la realidad...
—Disculpen que los moleste, pero tengo una pregunta muy importante que hacerles.
—Suéltala.
—¿Quién se ha robado mi queso?
—Genial. Te voy a responder con otra pregunta. ¿Cuándo te vas a tomar la vida en serio, eh?
—Según mis cálculos, es evidente que cuando tenga sed... solamente.
—¡Bufones incorporados!
—Bueno, no sé qué decir.
—Divaga, pues.
—¿Sabe alguno qué hacen los poetas cuando no tienen nada que decir?
—Creo que hablan de literatura.
—Pues hablemos... Comienzo: Se me ocurre que Hamlet, aquí, probablemente hubiese reformulado su pregunta: Ser o Parecer... He ahí la verdadera cuestión.
—Y un cartón de huevos, por favor...
—O Tener... Algo así.
—¿No podemos tener una conversación normal, por ejemplo?
—Pero, ¿acaso no quieres conversar sobre la formidable bibliografía de la nada interminable?
—Me ves cara de aburrido, ciertamente.
—¡Creo que sí!
—Plátanos aparte, en serio, ¿de qué vamos a hablar?
—De todo y de nada.
—Bien, te toca comenzar.
—¿Pero cómo lo hago?
—De cualquier forma, no importa.... puedes decir, por ejemplo, lo que alguna vez dijo un amigo mío. Cito: “...te amo, Raquel”. Y a continuación deliraba por sus cabellos, por su inmensa ternura... etcétera, y en pleno clímax de la inspiración metafórica le espetó lo siguiente: “eres mi cárcel que no es cárcel porque es inmensurable”, y que dizque la tal Raquel hasta le había puesto alas para que él volara sin fatigarse… cursilerías de poetas… ¿Ves?
—Ya veo.
—Antes de que comiences a divagar, ¿podría citar también una frase célebre, para ambientarnos un poco?
—No hay niños a la vista. Hazlo.
—"Sobre estas personas (el célebre gobernante se refería a los manifestantes que pudieran protestar) caerá todo el peso de la democracia, incluyendo la prisión...", etcétera.
—¿Quién dijo eso?
—Un sujeto de cuyo nombre nadie quiere acordarse.
—¿Ipólito?
—¿De qué otra cosa pueden hablar los poetas?
—Los poetas se juntan para delirar.
—Deliremos, pues…
—Los pueblos se salvan en la cultura, dijo Pedro, y dijo bien.
—Queremos libros, revistas, periódicos, boletines, almanaques, enciclopedias, folios, gacetas, vallas publicitarias y trataditos evangélicos que nos puncen el alma y no la vista...
—que nos hagan cosquillas en la espalda,
—que nos pongan a llorar a lluvia suelta,
—que nos coloquen desnudos frente al precipicio del tiempo,
—que nos manden al Hespejo a re-visar-nos el rostro...
—En fin, libros libres LIBERALES LIBERTINOS, serios, juguetones, cuerderos...
—Sueña,
—vuela,
—piérdete.
—¿Qué es lo que queremos? Pregunto.
—Trascender por el verbo la cotidianidad, el camerino, el café, los callejones, el colmadón, el bulevar de la 27,
—ir-nos más allá del espejo, dije, digo, diré,
—barrer las telarañas de los rincones del espíritu,
—trapear el piso vocinglero de lo anodino.
—Sí.
—Pero, ¿qué hacemos aquí?
Escena 3 (con poeta soñando-delirando, demasiados paréntesis y demasiadas faltas harto gráficas)
—Mejor sería que nos fuéramos a dormir.
—Durmamos.
—¿Podría uno decidir con lo que quiere soñar?
—Hay gente que puede.
—Soñaré.
—Pero si no tienes fe, si te duermes con la boca abierta, podría ser una pesadilla.
(Monólogo de poeta soñando-delirando)(La escena trascurre en una cama-palacio con mosquitero)(Los personajes usan pañales, túnicas, taparrabos y pantalones cantinflásicos)(Al centro de la cama-palacio, encima de la mesa del banquete, un poeta-profeta delira)
—He aquí señoras y señores que hoy se abre la nueva perspectiva de la bienaventuranza poética: los rigurosos Jhuezes, después, todo lo juzgarán con indulgencia. Porque habrán cambiado los tiempos y, con ellos, para la placidez de los pesimistas, la lectura de Platón: Los Pohetas, satisfechos, reconocida y confirmada por fin su glamorosa utilidad, cabrán –cabremos– perfectamente en los ideales de la Repúvlika. (Y entonces algún meteorólogo dirá, por ejemplo: Con el cielo totalmente despejado, he aquí la gran revolución del espíritu, la presencia activa y feliz del hombre nuevo, más allá del vuelo etéreo de sus palabras...). Lejanos, pues, de los apuros existenciales de las composiciones, los bardos orondos dirán –diremos– que el río sigue y seguirá corriendo y que todos los camaleones del mundo continuarán reflejándose en el espejo escéptico y eterno de la corriente... Y ya jurarán los profetas de nuevo cuño y en el éxtasis de la retórica nos dirán: Venturosos los que lean y escuchen con apetito la palabra. (Pues he aquí que vi, y miren: ¡Magnánimo Banquete Para Los Señores De La Repúvlika! Los dioses, que no otro es el nombre de las fuerzas invisibles –e invencibles– que rigen los destinos del universo, cursarán invitaciones a todos los distinguidos juglares, ciudadanos y dirigentes de la Polis... (Mientras allá, en el Palacio Universal de la Crema y de la Nata, disfrutarán de lo lindo, como siempre: al centro, la celeste sorpresa de la noche: en lúbrico contoneo de morenas nalgas, poderosas, cabriolearán las divinas ninfas de pechos alegres. (Y en la mesa, seductores, los enormes rumiantes en su salsa, desentrañados, listos para ser furiosamente zampados y al punto debidamente relamidos en las elásticas comisuras. Y ante la ansiedad de las copas, a poco de ser escanciados por la destakada konkurrencia, los obesos barriles de vino... (Será entonces allí, y así, cuando los Diputha2 adviertan la posibilidad de disputarse buena parte del platónico convite, y todos levantarán las dos manos, abiertos los cinco dedos de cada una, y votarán a favor, por supuesto... (Evidentemente, los Zenadhores, a esta hora, buscando la entereza necesaria, preocupados por enfrentar las enmarañadas situaciones de la Polis, ni qué decir que habrán cenado ya muy bien... Casi la media noche y Baco en su vacuencia feliz, camaradas. (Y claro que no nos quedaremos atrás los desenredados rapsodas de la Repúvlika. Y en esto, de cierto, de cierto, os digo que el sabio PrezidhenT será, mañana por mañana, nuestro aliado cardinal... Porque, señores, no sé si lo comprenden... lo que quiero decir –y digo– es que, llegado el momento y dadas las circunstancias oportunas, ya no querremos volver a tener grandes problemas filosóficos con la Pholizí-ah...)))))
—Es hora de despertar, hora de levantarse y de andar.
—¿Pero por qué? No soy Lázaro ni Jesucristo…
—Porque es una arca de estupores la vida.
—Sí, y una hilera en trapos y quejas.
—Porque a nuestros pies hay (¡ay!) un país en el mundo colocado olocado locado ocado cado ado do o en el mismo trayecto del sol,
—es decir: quemándose en la cresta del fuego…
—Claro (y sólo cenizas hallarás, ya lo dijo el que lo dijo).
—Y también dijo que hay que barrer las telarañas de los rincones del espíritu.
—Y trapear el piso vocinglero de lo H-ano-di-no?
—Y Ha-prender y des-a-prender.
—Sí.
—Y también Heskribir un Pohema.
—Mejor aún: Dejar de tragarnos un cable...
—¿Y crees que alguien lo lea?
—Creo que sí. Una vez me leyeron 15 personas.
—Uao. Hay gente capaz de cualquier cosa…