¿Quién eres?
¿Quiénes son esos que te rodean?
¿Cuál es el sentido de tu vida y la de todos?
¿Acaso no te sabes rutinario al sol de los deberes oscuros del mundo...?
¿Hueco, monótono y estable: ¡acaso con el alma preparada para los azares de la felicidad!?
¿Eres el hombre o la mujer que un día de golpe percibe que el mundo pende
de una hilacha cansada, que entre vivir y sobrevivir hay apenas diferencias intrascendentes, partículas de tiempo, palabras, voluntades, geografías...?
¿Se te ocurre que vivimos –que sobrevivimos– en un mundo difuso y laberíntico, en una trama de enajenaciones en la que lo real puede ser perfectamente desplazado por lo virtual, o que el odio nos vence de tal suerte que cuando el espectro de la realidad nos sorprende o asalta, la existencia en el mundo se nos revela con tal contundencia que nos aturde, que nos convierte en escombros y polvo, en humo y sangre, en lágrimas, en ira, papeles, fuego, tiempo y olvido?
¿Qué visiones de mundo se te cruzan por el camino?
“un día saldrás a los apremios de la calle, como siempre, y la tierra, de pronto, ya no será la promesa feliz guardada en el silencio, ni mucho menos la imagen deslumbrante de las postales, porque los chiquillos jugarán a ser adultos en la pena, porque los amantes perderán la dulce memoria de la sal del último de los besos y porque, con voz terrible, al espanto de tus pupilas, un día se a b r i r á –gris– la flor amarga del siniestro?
¡No puedes imaginarlo!
¿Entiendes que, sin darnos cuenta –e inermes–, nos hemos acostumbrado a ser los espectadores pasivos del guión demoledor de una cohorte fratricida, seductora, incontrolable, perversa, que ensaya una y otra vez frente a nuestros ojos absortos los papeles de la inocencia, la farsa de la redención, la ilusión de la esperanza, y que nos invita –tenaz y persuasiva– a jugar con ella el peligroso juego de los espejos?
Sí. Pero sucede que el espejo está roto, para siempre, a tus ojos, y el cuerpo en él reflejado –como polvo. La memoria, la luz, rotas. Sí. Las esperanzas convertidas en desmanes... ¡Ay, entonces querrás ir y venir. Revisar el mundo. Llorar. Releer una carta. Recortar una foto. Y adorar lo que se va, terriblemente...!
...Supongamos ahora que cierras los ojos, ingenuo, que te vas –otro al fin– a tierra –o cielo– de nadie, queriendo escarbarla –o volar–, entimismado, buscando la luz, la muchedumbre... O que hoy eres el otro, yo, y en todas partes, abierta y enorme, reclamándote un grito, desde la indulgente avidez de la tinta, una página en blanco espera tus palabras...
lunes, septiembre 11, 2006
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6 comentarios:
Muy bueno Orlando. Al leerlo uno siente que se rompe algo dentro. Muy bueno.
en verdad se ha roto, se sigue rompiendo, y acaso seguirá infinitamente... son los ciclos de la muerte, de los que ya no están, de los que aún sobreviven...
Intenso y profundo.....y ella, yo, pegando los añicos del espejo para volver armar su destino.
Espejo de la vida que duele.
Abrazo tus letras.
Hermoso.
Me gustó, Orlando. Enhorabuena.
Interesante y original texto,mezclado con sutiles dosis de poesía,que nos invita a la reflexión sobre nuestra condicción como personas y seres racionales.Fué un placer leerte.Gracias por tu visita.
Terrible y desgarrador, me gusta mucho las emociones fuertes que transmiten tus palabras..
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