Dizque dijo que no hay grandes diferencias entre realidad y ficción, ni entre lo verdadero y lo falso. Que una cosa no es necesariamente cierta o falsa; que puede ser al mismo tiempo verdad y mentira.
Que, de vez en cuando, te tropiezas con la verdad en la oscuridad, chocando con ella o capturando una imagen fugaz o una forma que parece tener relación con la verdad, muy frecuentemente, sin que te hayas dado cuenta de ello.
Dizque dijo que el lenguaje político, tal como lo usan los políticos, no se adentra en ninguno de estos territorios dado que la mayoría de los políticos, según las evidencias a las que tenemos acceso, no están interesados en la verdad sino en el poder y en conservar ese poder. Y para conservar ese poder es necesario mantener al pueblo en la ignorancia, que todos vivan sin conocer la verdad, incluso la verdad sobre sus propias vidas, y en tal sentido lo que nos rodea es un enorme entramado de mentiras, de las cuales nos alimentamos.
Dizque dijo que lo que pretende mostrar es que los crímenes de los gobiernos estadounidenses posteriores a la segunda Guerra Mundial sólo han sido registrados de forma superficial, no digamos ya documentados, o admitidos, o reconocidos siquiera como crímenes. Y que, aunque limitadas, hasta cierto punto, por la existencia de la Unión Soviética, las acciones de EE. UU. a lo ancho y largo del mundo dejaron claro que habían decidido que tenían carta blanca para hacer lo que quisieran.
Que los gobiernos estadounidenses apoyaron y en algunos casos crearon todas las dictaduras militares de derechas en el mundo tras el final de la Segunda Guerra Mundial: en Indonesia, Grecia, Uruguay, Brasil, Paraguay, Haití, Turquía, Filipinas, Guatemala, El Salvador y, por supuesto, Chile (y, por cierto, dicen que se le olvidó República Dominicana), y puntualizó que cientos de miles de muertes tuvieron lugar en todos estos países.
Y dizque entonces se preguntó si tuvieron lugar, si son todas esas muertes atribuibles a la política exterior estadounidense, y dizque se respondió que sí, que tuvieron lugar y que son atribuibles a la política exterior estadounidense, pero luego dizque dijo que ustedes no lo sabrían. Que esto nunca ocurrió. Que nunca ocurrió nada. Que ni siquiera mientras ocurría estaba ocurriendo. Que no importaba. Que no era de interés.
Dizque dijo que los crímenes de los gobiernos estadounidenses han sido sistemáticos, constantes, inmorales, despiadados, pero que dizque muy pocas personas han hablado de ellos. Y que dizque esto es algo que hay que reconocerle a EE. UU., que ha ejercido su poder a través del mundo sin apenas dejarse llevar por las emociones mientras pretendía ser una fuerza al servicio del bien universal. Y que ha sido un brillante ejercicio de hipnosis, incluso ingenioso, y ha tenido un gran éxito. Y que los EE. UU. son sin duda el mayor espectáculo ambulante. Que pueden ser brutales, indiferentes, desdeñosos y bárbaros, pero dizque también son muy inteligentes. Y dicen que dijo que Inglaterra era cómplice de muchas de esas barbaridades.
Luego dizque se preguntó que qué le ha pasado a nuestra sensibilidad moral, y que si hemos tenido alguna vez alguna, que qué significan estas palabras, que si se refieren a un término muy raramente utilizado estos días: conciencia, y que si no es una conciencia para usar no sólo con nuestros propios actos sino para usar también con nuestra responsabilidad compartida en los actos de los demás.
Dizque dijo que la vida de un escritor es extremadamente vulnerable, apenas una actividad desnuda. Que no tenemos que llorar por ello. Que el escritor hace su elección y queda atrapado en ella. Pero que es cierto que estás expuesto a todos los vientos, algunos de ellos en verdad helados. Que estás solo, por tu cuenta. Que no encuentras refugio, ni protección, a menos que mientas, en cuyo caso, por supuesto, te habrás construido tu propia protección y, podría decirse, te habrás vuelto un político.
Que cuando miramos un espejo pensamos que la imagen que nos ofrece es exacta, pero que si te mueves un milímetro la imagen cambia. Que ahora mismo estamos mirando a un círculo de reflejos sin fin. Pero que a veces el escritor tiene que destrozar el espejo, porque es en el otro lado del espejo donde la verdad nos mira a nosotros.
Y dizque dijo que cree que, a pesar de las enormes dificultades que existen, una firme determinación, inquebrantable, sin vuelta atrás, como ciudadanos, para definir la auténtica verdad de nuestras vidas y nuestras sociedades es una necesidad crucial que nos afecta a todos. Que es, de hecho, una obligación. Y que si una determinación como ésta no forma parte de nuestra visión política, no tenemos esperanza de restituir lo que casi se nos ha perdido: la dignidad como personas.
Eso dicen que dijo. Y lo escucharon todos los que estaban sentaditos y bien vestidos en plena Academia Sueca. Y dizque es un dramaturgo inglés, le llaman Harold Pinter y ganó el Premio Nobel de Literatura 2005.
sábado, junio 24, 2006
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